En mis relaciones sociales, he escuchado a muchas personas que opinan, determinan y afirman, aunque a veces me preguntan (muy pocas en realidad) si aquella persona es normal o anormal. Para los profesionales de la salud mental los términos de normal y anormal tienen una acepción muy negativa para ser usada tan fácilmente. Es conocido entre los psicólogos que mejor es dar un diagnostico de tipo funcional que estigmatizar o etiquetar al paciente con diagnostico tipo “personalidad psicopática” o “Hiperactividad”. De la misma forma lo normal y anormal no existe como entidad diagnostica. Sin embargo con ánimo didáctico hablare de estos dos términos desde el cuerpo de conocimiento psicológico, en relación con algunas variables que paso a explicar a continuación.
Para la psicopatología el término normal sería empleado para una persona que se encuentra adaptada a su medio, por oposición lo anormal estaría asociado a personas que no lo están.
Para el psicoanálisis por ejemplo la brecha que divide lo normal con lo anormal es muy estrecha, de hecho, toda persona está en el limbo del equilibrio psíquico, a veces se sabe que las personas llamadas normales al verse frente a un hecho traumático pueden presentar síntomas neuróticos o psicóticos. En todo caso, lo normal y anormal se relaciona con la estructura de personalidad del paciente y su forma de acción. La llamada estructura vendría ser los soportes, algo así como las columnas que soportan los cimientos de un edificio, entonces la estructura de la personalidad significa los soportes en donde la personalidad desarrolla su dinámica, esta estructura se forma del total de las experiencias, principalmente en su primera infancia, digamos desde los 0 años hasta los ocho y diez años de edad. Estas experiencias incluyen vivencias dentro del útero de la madre inclusive, que con el nacimiento, serian los dos tópicos con componente genético que viene con el bagaje del niño, luego, en el desarrollo de la infancia, la estructura estará formada por la forma y densidad de la relación con los padres, las pequeñas frustraciones y logros que tendrá el niño y como su Yo maneja las pulsiones frente a esas frustraciones, y los mecanismos de defensa que emplea para hacer frente a esos traumas, y como no, en su relación y limitaciones que le impone la realidad.
Freud en su artículo “Nuevas Conferencias” decía esto sobre la estructura de la personalidad: “Si dejamos caer al suelo un bloque de mineral en forma cristalizada se rompe, pero no de forma aleatoria; las fracturas seguirán las líneas de clivajes cuyos límites y direcciones, aunque invisibles exteriormente, se encuentran ya determinadas de forma original e inmutable por el modo de estructura prealable de dicho cristal” (Bergeret Psicología Patológica pág. 127.)
Bergeret (1975) explica las tres estructuras psicoanalíticas clasicas: la del neurótico, el psicótico y el límite o descompensadas. Ahora bien, entre la estructura de personalidad de los neuróticos, psicóticos y la persona normal, no habría una diferencia de base entre ellos, debido a que los primeros presentarían síntomas que en general serian normales según el desarrollo de su estructura de personalidad ya fijadas por sus experiencias de la infancia. En cuanto a la personalidad límite o descompensadas, sí serian considerados “seudonormales” debido a que sus síntomas no se encontrarían en las formas de expresión de los neuróticos y psicóticos, su estructura no es tal, lo que los llevaría esa conducta inestable y errática que los caracteriza. En otras palabras, no tendrían estructura en que manifestar sus problemas psicológicos.
El conductismo por su parte es mucho más benévolo con estos términos, para empezar, como sus nociones principales se basan en que toda conducta es aprendida bajo los efectos del factor operante, no se habla de normal o anormal, sino de aprendizaje inadecuado en contextos en que lo aprendido determina la acción. Lo normal y anormal se sustituye por los beneficios o molestias que causa ese aprendizaje, para el sujeto en su vida diaria. En otras palabras si es un problema para la persona presentar esa conducta dentro de un contexto determinado