Las actividades diarias que nos
imponen la sociedad consumista actual, la necesidad, a veces creada
superficialmente y que realmente no necesitamos, producto de spots
publicitarios, modas y modelos; las cuentas que hay que pagar, las exigencias
que nos imponen desde fuera, justificadas o no, incluso, las que nos imponemos
nosotros como adultos dizque “exitosos” con signos exteriores de comodidad o
riqueza nos obliga a trabajar muchas horas extras para poder sustentar esos
gastos, en el caso de los niños, las
excesivas tareas escolares, la presión que sienten los niños por parte
de los padres –y de los profesores- para que obtengan y lleven una buena nota a
casa, las normas sociales que deben cumplir, el concepto socialmente
establecido y normativo de que los niños deben ser un modelo de conducta en
casa u escuela, desencadenan a menudo en
cuadros depresivos tanto en adultos y niños, en este último caso incluso, que muchos
padres se niegan a admitir.
Generalmente se piensa que una
persona está deprimida cuando muestras síntomas cognitivos extremos tales como
pensamiento e intento suicida, ideas de desprecio hacia mismo, baja autoestima,
desesperanza en el futuro, algunos síntomas físicos como cansancio extremo,
desgano para hacer las cosas, sueño excesivo a tal punto que no se levantan de
la cama, emocionalmente se encuentran irritables, con ansiedad o angustia, coléricos
o muy tristes etc. Algunos conceptos han cambiado en psicología producto de
investigaciones y necesidades sociales que han obligado a preveer antes que
lamentar. Ocurre algo de esto en conceptos tales como “trastornos” que del término
peyorativo de enfermedad debe ser entendido como un patrón conductual estable y
problemático aunque no necesariamente mórbido, “psicopatía” y “antisocial” diferenciando ambos
términos por las causas primarias que lo originen y también por sus
consecuencias sociales, para no confundir a una persona con conducta psicópata con uno con conducta antisocial, ni
viceversa. Es cierto también que algunos términos y conceptos se usan según sea
el modelo teórico en que se enmarcan y se utilicen para describir, evaluar,
diagnosticar, intervenir predecir y prevenir
la conducta. En general “Despsicologizar” si se me permite el neologismo la psicología,
puede ser una opción para empezar a prevenir. En otras palabras, el psicologismo
entendido como una reducción para entender los problemas psicológicos desde
dentro de la persona como morbilidad intrínseca y con los síntomas clásicos de
enfermedad, sin tomar en cuenta datos
objetivos que nos permitan predecir ciertas conductas, sería una buena opción para
que se entienda que no se necesita estar grave para poder diagnosticar una depresión.
Algo de esto pasa con el concepto
de alcoholismo, muchas personas creen que para que una persona se considere alcohólica
deben estar tirado en el suelo en plena calle junto a una botella de licor,
sucio y haber perdido todo lo alcanzado socialmente por el licor, o perder el
trabajo como causa del licor, o estar en un bar todos los días bebiendo. No se conocía
el concepto de alcohólico social, como si se maneja ahora, entendido esto como
aquella persona que tiene la necesidad de salir a tomar todos los fines de
semana para “desestresarse” o por “que tiene derecho” ya sea en fiestas o
reuniones, la frecuencia de accidentes de tránsito que ocurre cuando maneja
ebrio, el descontrol que presenta la persona para evitar seguir bebiendo o
evitar manejar cuando está en ese estado, las denuncias policiales o judiciales
que presenta por actos que cometen por estar ebrio, el conflicto familiar que
esto lleva o incumplimientos de horarios o promesas como producto o consecuencias
de haber estado libando licor, son conductas características de personas alcohólicas,
ya sean que estén tiradas en la calle o no. También pasa esto con la depresión,
se espera que la persona intente suicidarse para llegar a creer que está
deprimida, y no es tanto así, los síntomas depresivos se pueden diagnosticar según
niveles y formas de aparición, generalmente insidioso, más que abiertos y
notorio.
En los niños aparece con desgano
en hacer las tareas, creencia de incapacidad para aprenderla, oposición pasiva,
irritabilidad y rebeldía que puede confundirse con problemas de conducta,
justificaciones para faltar al colegio, aumento de la asistencia a la enfermería
del colegio, desatención, perdida de placer en los juegos, aislamiento y
problemas de relaciones con sus pares de niños. En los adultos los síntomas son similares, adicionando pérdida
del apetito sexual, irritabilidad, peleas frecuentes, mal humor, cansancio,
desesperanza en el futuro, problemas de concentración etc.
Las consecuencias para el
rendimiento laboral y escolar pueden ser graves, tomando en cuenta que la recuperación
pueden ser lenta, pérdidas económicas para la empresa, perdida de oportunidades
de trabajo para la persona o problemas familiares por llamadas de atención del
niño en el colegio, etc. Y lo que es peor para mí entender, problemas y
conflictos familiares e infelicidad para las personas. Para esto es urgente que
las empresas tengan planes laborales que observen la incidencia alta de depresión
en la población y en sus trabajadores y actuar en consecuencia. Las escuelas
tomar en cuenta los planes y horarios de
estudios dando espacios en donde el niño mediante el juego pierda esa conexión que
se forma con la exigencia y la “excelencia demostrable” en su rendimiento.
Sin caer en dramatismos, estar
atentos a aquellos síntomas que aparecen
de forma insidiosas para evitar y prevenir que los casos se tornen más graves.