martes, 3 de julio de 2012

NIÑOS CON IRA, IMPULSIVOS, TEMPERAMENTALES, AGRESIVOS


El temperamento, esa carga genética que viene heredada y la podemos enmarcar dentro de la esfera afectiva que comprende la expresión de la emoción en todas sus formas según sea el contexto,  es subjetiva cierto, pero tiene su correlato físico cuando el niño se enoja y se vuelve impulsivo y agresivo, puede presentar también signos físicos y neurovegetativos, ansiedad e intensidad en la expresión impulsiva. Esto les preocupa a muchos padres que ven a sus hijos con “mucho temperamento” muy enojados, “inestable emocionalmente para su edad” (la verdad nunca entendí esta expresión psicológica, no conozco a ningún niño que sea “maduro”) impulsivos hasta la agresividad con sus compañeros de clase, lo que llevan a anticuerpos y etiquetas de niños problemas de conducta.

Los padres como dije, se preocupan,  pero la mayoría piensa que como es heredado, su expresión intensa en forma de impulso y agresión ya es determinante y marcara por siempre el futuro del niño. Por una parte tienen razón y por otra no la tienen. Tienen razón porque si sus niños tienen mucha ira, estas conductas impulsivas si no son mantenidas bajo control de estímulos, pueden ser un predictor de trastornos  de conducta en la adolescencia, hiperactividad, delincuencia y drogadicción.

Y por otra parte no tienen razón, porque felizmente en psicología, los determinismos se cumplen muy pocos y bajo condiciones de intervención se puede reeducar a estos niños llamados problemas y reducir así el impacto que significa vivir bajo el estigma de chico problema, modificándose conforme evoluciona el crecimiento del niño, así como por intermedio de los agentes de socializan con el diario. Es decir, aunque el temperamento y al intensidad de la ira del niño, pueda tener un componente hereditario, puede perfectamente cambiar por la regulación social.

Pero un niño con un temperamento fuerte e impulsivo, no es anormal ni esta trastornado, es parte de su constitución, sin embargo los padres pueden pensar lo contrario, y acceden a las peticiones de sus niños, quienes por ser tan exigentes, atraen la atención de las madres, quienes evidencian peores cuidados, y le dan una atención sobrevalorada que después se convierte en un problema. Sin embargo los niños que son tranquilos y no exigen mucho, obviamente no llaman la atención de la madre lo que también podría constituirse en un problema, ya que se pueden criar alejados emocionalmente de ellas.

Es decir, el temperamento puede guiar nuevas experiencia de desarrollo individual, ya que un niño con poco temperamento puede ser más accesible a la educación y a la norma, mientras el temperamental se ve limitado en ese contexto. Sin embargo, también su valor negativo o positivo depende de cómo ese temperamento se adapta y es aceptado dentro de un contexto o dentro de una sociedad.

Para esto existen las técnicas de modificación de conducta, que con aplicaciones pragmáticas se reentrena el temperamento para hacerlo más adaptativos a ciertos contextos y sociedades. Como se puede observar, según las investigaciones  (Carranza y Gonzales) las sociedades pueden modificar, mantener, controlar, y extinguir expresiones temperamentales. La familia es una sociedad, en ella se modela estilos de comportamiento consentidos, se reprimen algunos y fomentan otros, la impulsividad del niño si no es controlado desde la primera infancia, puede traer problemas debido a un condicionamiento a resolver problemas de este tipo de la forma violenta y agresiva – porque así aprendió.




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