Soy consciente que me estoy metiendo en terreno movedizo, tema subjetivo pero a la vez interesante, ya que el sentimiento amoroso es muy amplio, he decidido centrar mis reflexiones en el amor de pareja, ¿y por qué? Porque el amor de los padres al ser incondicional solo lleva al goce, por que el amor de los hijos aunque condicional, sino se da, solo queda la comprensión y el perdón parental, y el amor en general da para escribir un libro, en cambio el amor de pareja es el que nos da más sufrimiento y nos hace ver frágiles y sensibles, aunque muchas veces escondamos esas debilidades en conductas violentas.
El amor, ese sentimiento inmenso y extraño que nos corroe las entrañas y nos hace etéreos pero a la vez básicos y proyectivos, que nos quita de nuestro ser para entregarnos sin querer, queriendo y no, sin pedir nada a cambio, o pedirlo todo, dejarlo todo para abarcarlo todo, sin hacer caso de nada ni nadie, que nos hace volar y aterrizar con dolor, como un avión sin tren de aterrizaje, ese, ese amor, nos mata y da vida, nos traga y vomita, nos da y nos quita, da miedo y da risa, es el sentimiento humano sin definición constructo social de nuestros días, soledad vacua de melancolía; ese amor, no era tal en los comienzos de su historia, para los griegos, el amor era solo una expresión de goce físico, sin elaboraciones románticas, menos importantes que el valor de un hoplita espartano, aunque Sócrates dividía amor del alma y amor físico, descalificando al segundo, no podemos generalizar los conceptos socráticos al griego promedio, al respecto Foucault pensaba que la filosofía importaba poco al griego común de la calle, que estaba más preocupado en que no le descubrieran a su pupilo privado. Platón colaboro con nuestra confusión con eso del “amor platónico” ese que nunca se alcanza y que es el ideal. Mientras Aristóteles fue más racional y por eso mismo- sabia decisión- no trato el tema del amor. Ya en la Edad Antigua el amor tomista y agustiniano dirigió el objeto amante al espíritu para llegar a la gracia divina. Ya con la llegada de la baja Edad Media en Francia nace el amor cortés, exaltando eróticamente y sublimando la figura de la damisela, desarrollando el amor del caballero de una manera poética y romántica, que con muchas coincidencias persiste en nuestros días.
Todos creemos saber algo del amor, los que son mas, aquellos que no han sido amados creen saberlo todo, y aquellos que han sido amados, que son los menos, no saben o no se atreven a decirlo, nos confundimos mucho cuando queremos explicar que es el amor, lo unimos con el deseo y con la alegría, en una relación causal determinista, algunos hasta dicen que del amor al odio hay un paso, pero la expresión amorosa no siempre es así y se nos muestra heterea y cambiante sin definición, cuando uno ama se desea a la persona amada es cierto, pero cuando se desea algo no se le ama necesariamente. El amor no siempre es alegre, muy a menudo es triste, más aun cuando no es correspondido, o cuando es correspondido como uno no quiere. Ahora bien : como uno es, así se ama, con esto quiero decir que, el amor es algo que pinta de cuerpo entero a la persona, Ortega y Gasset decía que “… en la elección de pareja mostramos al mundo toda nuestra intimidad” estoy de acuerdo, es algo que no se puede esconder, tarde o temprano soy expuesto por mi pareja a los ojos del otro, y esto, porque la palabra amor conlleva todo mi ser, el cómo soy realmente y por relación, no puedo deshacerme de mi proyección en aquella persona amada. No es que la persona se quiere entregar, sino que se entrega sin querer. Por ese motivo damos la impresión de que somos inconscientes y desordenados en dar amor y esa demostración es a veces curiosa, vemos gente inteligente que se empareja con gente imbécil, pero haciendo un análisis, ni uno era tan inteligente ni el otro tan imbécil, porque todos tienen una razón, y es una razón válida, fenomenológicamente tan válido como lo que pensamos y sentimos, aunque no estemos seguros de la veracidad de nuestro pensamiento ni del porque sentimos asi.
En mi enfoque personal, el sentimiento del amor, es un sentimiento muy escaso en el humano, la gran mayoría no es capaz de sentirlo siquiera, sentimos lo que creemos que es amor; la pasión, esa expresión perversa del deseo enferma al amor y lo descalifica como tal, el suicidio o asesinato “por amor” no es tal, solo es suicidio y asesinato, expresión perversa de la tristeza, del aburrimiento y de la violencia, ni Goethe con su Werther pudo hacer del suicidio un sentimiento medianamente aceptable, solo tristísima como la soledad del personaje.
Dije que la mayoría no siente ni es capaz de dar amor por que para sentirlo tenemos que tener ciertas características que generalmente no se tiene, y no porque no se quiere tener, sino porque no estamos programado para tenerlo. Una característica para amar es tener un sentido extra a la norma, una intuición de saber que tenemos a la persona indicada frente a nosotros, eso es muy difícil de tener sin entrenamiento previo por decirlo de una forma, sin no venimos con esa facultad, podemos formarla con mucha dedicación, y sin querer intelectualizar al amor, es más probable que la desarrollen personas amantes de lo bello, de las artes, con estudios, pero mientras tanto podemos tener a la persona indicada frente a nuestras narices y no darnos cuenta, podemos tener la persona más excelsa y especial del mundo junto a nosotros y no saberlo, solo el “enamorado” cree saberlo, pero muy a menudo se confunde porque esta distraído, por que el amor distrae, nos saca de la visión general de los errores, para particularizar los aciertos del amado.
En un artículo anterior al tratar del tema de la discriminación, me refería a la percepción como la capacidad ontogénica de discriminar, pero en el caso del amor no basta esa percepción, se trata de algo más elaborado, más fino, aunque debo confesar que no estoy de acuerdo con el mecanicismo reduccionista de las teorías materialistas, ni con las elaboraciones teóricas de la metafísica, el caso del amor vendría a ser como la combinación de la percepción la atención y la concentración, pero hecha en dimensiones sensoriales infinitas y sumamente humanas, donde las demostraciones de amor quedan relegados a gestos, miradas y sonrisas, pequeños detalles que demuestren la grandeza de ese ser.
Los psicólogos conductistas prefieren hablar de conducta amorosa más que de amor, es decir, definir el amor en términos y definiciones que permitan objetivar el sentimiento subjetivo en conductas observables, de manera que se pueda cuantificar, medir, y en lo posible someterla a control de variables, pero esto se hace dentro de un programa que implica intervención psicológica para ayudar al amante que sufre, solo así está permitido. De manera general es un error pedir demostraciones objetivas de amor al amante, por que el amor siendo subjetivo no hay demostración objetiva que lo pruebe. Erick Fromm nos decía en su libro “El difícil arte de amar” que el amar es una demostración diaria basada en una decisión propia, que día a día la persona debe levantarse y decidir seguir amando a su pareja, a serle fiel y a respetarla, es una decisión con compromiso, un compromiso que pide a su vez demostración, pero esa demostración es implícita, derivada de la decisión tomada.
El que pide demostración de amor muy a menudo mata al amor, el amante nunca ama al amado en libertad, no solo quiere tener bajo su propiedad y a buen recaudo su cuerpo –con lo cual ya bastaría para que el celoso viva tranquilo- sino que el amante pide más, pide tomar control de su mente, someterlo, apropiarse de sus pensamientos y aniquilarlo en su voluntad, mientras que el amado este bajo la distracción, puede dar resultado, pero cuando sale de ese letargo que lo hace estúpido, se rompe el amor y muere. Y cuando una persona deja de amar a alguien, puede volver a amar a otra persona sin ningún problema, ahí radica la salud mental adecuada, volver amar, volver a permitir que me amen, volver a entregarse y volver a equivocarse, que no sería un error sino una oportunidad para volver a vivir.
En fin, este sentimiento es tan divino y humano que por eso quizás se mueva en ese maniqueísmo de amor y odio, por eso quizás somos capaces de hacer el más excelso sacrificio, y también la más despreciable de las conductas.
A veces pienso que nuestra especie no está programada para sentir el amor de pareja, y que debemos de esperar el próximo golpe de evolución que nos dará el dispositivo amoroso necesario para sentir el amor a plenitud, o tal vez haga más amplio y rápido la capacidad de olvidar, requisito necesario también para volverse a enamorar.