Leo y escucho en el discurso de los diferentes personajes de opinión, ya sean estos intelectuales, periodistas, comentaristas, sociólogos y los llamados “politólogos”, un cambio en la forma y significado de las palabras que harían sonrojar al mismísimo Derrida, y lo que es peor, se ha producido una especie de contagio verbal que nos sitúa alegremente en el limbo conceptual del significante con el significado. Y se utiliza para ello los medios de comunicación para transmitir a la gran masa de los consumidores esos cambios, y transformar así, conceptos e ideas que sirvieron para tomar conocimiento de hechos y circunstancias graves dentro de la historia contemporánea de nuestro país, y sirvieron también para ubicarlos en su exacta condición penal y moral.
Y esta deconstrucción del lenguaje, creo, y es mi opinión, se hace a propósito, Derrida creía que un texto interpretativo podía ser cambiado cuantas veces sea necesario y que la construcción de la palabra podía, no contener necesariamente el significado, asi, habia espacio para interpretaciones entre la palabra y su significado cambiando la palabra se podria realizar muchas interpretaciones, rompiendo asi todo el sistema de entendimiento minimizando su impacto interpretativo. Esto estaría bien cuando se hace un estudio y analisis del conocimiento para ampliarlo y ser tolerante intelectualmente, pero es reprochable cuando es utilizado, repito a propósito, por instituciones y personas con intereses creados a su conveniencia, con el respetivo efecto de crear duda sobre la deontología y minimizando su efecto a largo tiempo.
Términos como “guerra interna” “conflicto armado” “lucha social” son eufemismos deconstructivos del lenguaje, que lo que quieren es minimizar los términos valorativos, morales y penales de terrorismo. Y es que si analizamos, el término terrorismo para designar los asesinatos, coches bombas, despedazamientos de autoridades y campesinos, y el estado de percepción de terror, inseguridad y amenaza que había en la década de los 90 y 80 del siglo pasado, ya no se lee, y en cambio leemos y oímos términos como “en la época de la guerra interna” queriendo de esta manera cambiar los conceptos de terrorismo para que no darle el significado que tiene.
¿Sera que “guerra interna” suena menos grave? Acaso esas instituciones de Derechos Humanos, generalizan esos derechos para las autoridades que cayeron bajo las acciones dementes del terrorismo? ¿De cuándo acá la acción de poner una dinamita en el cuerpo ya asesinado de, por ejemplo María Elena Moyano dirigente de Villa El Salvador, Domingo García Rada Presidente del Jurado Nacional de Elecciones o del Almirante AP Gerónimo Cafferata peruano asesinado en Bolivia o despedazar a campesinos por no colaborar con los terroristas de Sendero Luminoso, es un acto de guerra?.
Lamentablemente lo que está ocurriendo es que esta clase de discursos lamentables, divorcia el significado oficial de terrorismo, queriéndoles dar categoría de “luchadores sociales” que teleológicamente pelean con un objetivo. Pero es comprobable que a largo plazo, la desaparición de esa organización terrorista de Sendero Luminoso, ha sido bueno para todos en el país.
Que opinarían las organizaciones de Derechos Humanos y las organizaciones feministas de nuestro país, formadas a raíz de los cambios conceptuales de los términos contrarios “hombre y mujer” otorgándoles derechos iguales a ambos, si cambiamos el termino de violencia familiar, por “deficiente comunicación familiar” , o ante el salvajismo de un hombre que golpea su esposa, llamamos a eso “ estilo de comunicación física”, estoy seguro que no les gustaría.
Si estas organizaciones de intelectuales y analistas desean que olvidemos el terrorismo que sufrió nuestro país, no es cambiándole el termino a la palabra como lo harán, siempre estarán ahí los hechos.
Es lamentable ver a jóvenes estudiantes universitarios de 20 años – ¿serán los mismos que en un reportaje televisivo confundían al dictador general Velasco con Hitler y no pudieron identificar una foto del Nobel Vargas Llosa? -marchar por las calles, protestando por la elección de un candidato, y gritando sobre derechos humanos, cuando ellos aun no habían nacido o estaban muy pequeños para darse cuenta del horror del que se salvaron.