Desde que empezó la cuarentena
las consultas externas en todos los centros de salud mental fueron canceladas. Las
emergencias fueron restringidas por la falta de recursos y tanto la atención y
tratamiento psicológico como psiquiátricos fueron obstaculizados por factores
sociales como falta de movilidad, la inmovilización social, el temor al
contagio, la pérdida del trabajo y los escases de dinero para comprar las
recetas. No es difícil imaginar los contratiempos en síntomas y crisis que
tuvieron los pacientes agravando su
situación psicológica.
En las entrevistas dentro del
marco de las evaluaciones ocupacionales que he realizado hasta la fecha, los síntomas
más comunes que tuvieron durante la
cuarentena y se mantienen en la pandemia son síntomas de ansiedad como:
Aumento del apetito: Manifiestan haber sentido
inquietud por comer más allá de las tres comidas al día, incluso tarde por la
noche, como consecuencias aumentaron de peso.
Insomnios: Presentaron demora en la adquisición
y mantenimiento del sueño, acostándose tarde por la noche algunos manifiestan
haberse acostado a las 3 o 4 de la madrugada, levantándose tarde debido a que
la cuarentena altero su horario habitual de ir a trabajar. Incluso muchos se auto
medicaron con pastillas para dormir y que no generaban dependencia..
Temor: Muchos experimentaron miedo a contagiarse del
coronavirus, incluso sabiendo que no podían
salir, sin embargo se proyectaban contagiarse cuando empezaran a trabajar
nuevamente, el miedo venia de la posibilidad de contagiar a sus demás familiares
con factores de riesgo.
Incertidumbre: La sensación de inseguridad
ante el futuro, la posibilidad de perder el empleo y con ello el temor de perder seguridad económica es una
de las sensaciones más desagradables manifestadas por los entrevistados, incluso
más que los síntomas de aumento del apetito y del sueño.
Estos síntomas constituyen
ansiedad que no es fácil enfrentar solo con ganas y motivación, puede volverse
en serios problemas psicológicos como depresión o síntomas graves de estrés post
traumático, que necesiten intervención psicológicas en la mayoría de ellos y medicación
en ciertos casos.
En mayo pasado, el
MINSA y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) realizaron un sondeo
virtual y encontraron que siete de cada diez peruanos presentaron síntomas
asociados a la ansiedad y a la depresión como dificultades para dormir,
cansancio o ausencia de energía, problemas de apetito y falta de concentración.
De las 58.116 personas que participaron del estudio, el 41% son casos nuevos de
depresión y un 13% llegó a tener pensamientos suicidas.
El gobierno de turno debe
implementar políticas serias para implementar la estabilidad laboral y la
mejora económica de la población, esto ayudara a que los problemas psicológicos
experimentados por pérdidas de empleo o estatus económicos básicos recuperen
sus niveles anteriores a la cuarentena. El trabajo es una fuente de rehabilitación
que ayudara a la recuperación del bienestar psicológico de la población. Si los
padres están bien en cualquier área social-familiar, los hijos estarán igualmente
bien, si los padres están con depresión o ansiedad los niños absorberán esos
problemas de los padres y enfermaran igualmente. La recuperación social-laboral
y economica de nuestro país debe ser prioridad.
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