Vamos
a escribir una serie de artículos relacionado a los diferentes trastornos de personalidad y sus síndromes
de la infancia. El término “trastorno de personalidad” lo usare para describir los
patrones conductuales problemáticos, así, son manifestaciones de tipo
conductual, cognitiva y emocional continuos y estables en el tiempo, que se aprende desde
la infancia, es producto de un aprendizaje en el seno familiar y social, las
condiciones hereditarias solo juegan una disposición para su desarrollo, las
características para que una personalidad
sea un trastorno, es que su accionar produzca sufrimiento a la persona y
haya una alteración de sus relaciones interpersonales graves y continuas.
Dependiendo
del tiempo de su aparición, su particularidad, su intensidad y su frecuencia,
el trastorno tomara forma y dará sentido a su conducta y a la experiencia
diaria de la persona.
El
síndrome es un conjunto de síntomas y signos de una entidad clínica, los signos
son las manifestaciones objetivas y verificables que el cliente informa al médico o psicólogo, o en su defecto puede ser
visto por estos profesionales sin manifestación del paciente. Por ejemplo una
ansiedad, los ataques de ira, la hiperactividad entre muchas. Un sintoma es una
característica con connotación fenomenológica, es decir, tendrá el componente
subjetivo de que solo será manifestado y sentido por el cliente, por ejemplo:
“siento desdoblar mi personalidad” “siento que no puedo recordar”, “me siento
mareado”. Con síndromes de la infancia, nos referimos a aquellos signos y
síntomas que manifiestan los niños y que pueden ser antecedentes de entidades
clínicas mas graves, y que pueden en su desarrollo, desencadenar un problema de
conducta grave o una personalidad problemática. Comenzaremos esta serie con la
personalidad sádica y sus manifestaciones en la niñez.
En
la sociedad vemos frecuentemente a personas que ejercen oficios que son
socialmente reforzados con admiración y
respeto debido a que cumplen funciones sociales específicas, el militar
nacionalista y héroe, el instructor que forma a nuevos soldados “valientes”
para la guerra y mata a un animal para bañarse en sangre, el ministro religioso
que hace temer con cuentos como el infierno y el pecado a sus creyentes o
cualquier jefe tirano y sangrón que hace trabajar a sus empleados de sol a
sombra. Muchas de estas personas encajarían perfectamente en personalidades
sádicas, ya que en sus tratos interpersonales son difíciles de soportar. Manifiestan
conductas bruscas y sin respeto a los demás, son precipitados para responder a
ciertos estímulos y tiene baja tolerancia a la frustración, cuando se ven
limitados en sus funciones o sus deseos, pueden estallar en ira sin medir las
consecuencias aun siendo agravantes para el mismo. Utiliza un lenguaje verbal
hiriente y violento, su conducta hace sufrir a los demás y él lo sabe, ha
ganado reforzamiento por ello, en el ejercicio de sus funciones sociales,
pueden llegar a causar la muerte a otras personas o hacerlas sufrir cruelmente
– el investigador que hace hablar a su capturado bajo las diferentes técnicas
de tortura – cuando hablan con otra persona siempre cree tener la razón y no
cede ante el error, ni rectifica.
El
sádico ha aprendido a ganar créditos con ese comportamiento, aparte de su nivel
biológico que posee un carácter fuerte y explosivo, sus diferentes experiencias
le han enseñado que a si se consigue las cosa. Y que otra forma de
comportamiento sería inútil. Sus conductas físicas y verbales son abusivas con
el más débil, el sufrimiento de la víctima no para su accionar, más bien
exacerba sus ánimos. Responde de manera agresiva a la provocación ante la cual
cae con facilidad. Intimida, coacciona y humilla a sus víctimas hasta tener el poder sobre la conducta de la
otra persona, ante la cual una vez conseguida empeorara en su accionar contra
la víctima. Se ríe de la desgracia ajena, su capacidad para enganchar con las
emociones de otras personas, están en déficit. En cambio tiene un exceso de
conducta liberadora, si Ud. cree tenerlo cerca, huya de él, tal vez no parara
hasta verlo sangrar.
Puede
camuflarse bajo una personalidad psicopática, ante lo cual el clínico debe dar
su diagnostico diferencial, contrariamente a su conducta disruptiva que puede
hacerle parecer valiente y rudo, es muy sensible ante las críticas, ante la
cual puede responder con conducta
agresiva.
Síndrome
de la infancia
Algunos
padres se quejan de que sus niños son agresivos y tienen un “carácter fuerte”
son oposicionistas ante las normas y reaccionan mal ante los limites sociales y
normas de convivencia, son abusivos con compañeros, hermanos más pequeños y
hacen sufrir a los animales que tiene como mascotas. Si su conducta perjudica a
los demás, no sienten culpa, pueden culpar a los demás por los problemas que
ocasiona, no responden bien a los castigos y parece que al contrario, ese
castigo le refuerza la conducta problema. Se burlan de sus compañeros y de
cualquier persona que está en problemas, son descontrolados y pueden presentar
hiperactividad, a veces se disculpan por los problemas que causan pero después
vuelven a cometerlo mientras más pronto aparezca el problema y dependiendo el
tipo de ambiente en que se críen, y el apoyo social con que cuenten, su pronóstico es reservado, las edades que
fluctúan para este problema de conducta son de 6 a 12 años, se presenta más en
niños que niñas.
Los
modelos parentales, el ambiente social, la escuela, y los compañeros le darán
las pautas para que se salgan con la suya, aprenderá que resolver problemas por
ese medio es más fácil y es temido en la escuela, los demás niños se alejaran y
le temerán, sentirá satisfacción por eso, presentando un déficit de conductas
adaptativas y escaso goce en reforzamiento a conductas pro positivas. Los
abusos de los padres maltratadores que le han dado mensajes de que así se puede
imponer y hacer de las suyas genera un aprendizaje agresivo y de superioridad
que conforme pase el tiempo más difícil serán los intentos para desarrollar
conductas contrarias a las conductas problema.
El
tratamiento debe incluir terapia conductual predominando los reforzamientos a
conductas incompatibles con la conducta agresiva, es decir reforzando las
conductas de juego cooperativo, reuniones de grupos escolares y un cambio en el
estilo parental de crianza, la extinción de los reforzadores a su conducta
verbal de recriminación, así como la interrupción del refuerzo a su conducta
violenta – que el niño debe saber que es inaceptable - debe ir acompañado de la enseñanza a nuevas
formas de relacionarse. Tomar siempre en cuenta que si bien las condiciones
genéticas lo disponen a captar ciertos estímulos preferentemente de otros, o
que tenga un fuerte “carácter” la conducta agresiva no se hereda, se aprende.
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