La vida y la muerte no son temas
que por lo general están presentes en el ideario colectivo a diario, la vida en
particular si aunque en forma práctica, es decir, las personas piensan poco en
la posibilidad de la muerte, porque están viviendo y gastando su energía en
realizar todo aquello que llaman vivir, tampoco están con la idea de la que la muerte esta acechando
nuestras vidas todos los días a cada instante, como un enamorado a su amada. Pero
viéndolo en perspectiva la vida, desde que nacemos, está acompañada de la muerte
como su sombra, como su contraparte y es muy probable - teniendo en cuenta de
los peligros a los que estamos expuestos día a día, en este mundo globalizado y
por lo general violento - que el enamorado se lleve a su amada y la rapte aun
en contra de nuestros deseos.
Los deseos en este caso se podrían
entender como escases, así, cuando uno está
enfermo o moribundo, desea estar bien,
desea salud, desea vida. El deseo y el querer en este sentido tiene el mismo
significado, entonces el no desear se podría entender como una saciedad, nadie
desea la muerte por que esta saciado de vida, en este sentido estos dos estados
fenomenológicos contrarios tendrían característica
bifronte.
Sartre (1942) pensaba que la vida y la muerte eran las dos caras del mismo fenómeno,
por una parte, la persona fallecida seguía viviendo solo en el recuerdo de
quien se quedaba y lo recordaba y –solo así
– podía trascender después de la muerte, hecho que acababa cuando no se le
recordaba mas al muerto, y por otra parte esta dualidad al mismo estilo de Jano
– deidad griega de dos caras – una ponía fin a la otra. Dicho sea de paso este “à
deux front“ me recuerda la hedonista frase de Epicuro cuando dijo “No hay que
preocuparse por la muerte ya que cuando ella esta nosotros no estamos, y cuando
nosotros estamos ella aun no llega”
Desde el punto de vista más pragmático
y utilitaria, el hecho de que la muerte sea el fin de la vida no tiene sentido –
aunque el hecho concreto es que lo es, pero no tiene sentido si el término “fin”
se utiliza como propósito, deseo o motivo. Nadie vive teniendo como fin, motivo
o propósito morir.
Desde el punto de vista
existencial la vida no tiene un sentido general que podamos ubicarlo en lo
particular, la deducción como método racional no cabe cuando de dar sentido a
la vida se trata, ya que cada persona tiene que poner dentro de su historia de
vida un objetivo, un sentido para su vida y no molestarse en buscar “sentidos generales” para vivir su vida
o comprender la vida de los demás, entonces, es tan valido vivir para tener éxito en la
vida, como vivir de forma hedonista. Si tratamos de buscar un objetivo general
a la existencia caeríamos en la subjetividad y en una pérdida de tiempo, mejor
es utilizar ese tiempo para encontrar el sentido particular de nuestras vidas,
cualquiera que sea este objetivo es válido para Ud. y eso es lo que cuenta.
La temporalidad de la vida también
es incierta, el tiempo no corre en forma lógica en lo que a la vida se refiere,
se puede morir tan joven o tan viejo, dejando a medio hacer nuestros proyectos
o al terminarlos, el tiempo es solo referencial, la edad está basada mas en
contextos físicos, biológicos o médicos que en factores psicológicos, por eso
encontramos personas que “deberían” ser “maduras” para su edad y no lo son, y
viceversa. Tiene sentido la frase “la juventud es un estado mental” aunque aquí
lo mental debe entenderse en términos más objetivos como “hacer” ”realizar” o “comportamiento”.
La muerte siendo lo que es “el
otro lado del muro” no puede detener la vida de quienes se quedan vivos, el
dolor se siente muy hondo cuando se muere un ser querido es cierto, pero como
todo dolor existencial, es y debe ser por un corto tiempo, luego debe ser visto
como algo que tarde o temprano va ocurrir y debemos estar preparados psicológicamente
para ello. En este sentido en lo que respecta a los niños, estos son –
contrarios a lo que piensa la mayoría de personas - más accesible a aceptar la
muerte cuando se le preparara para ello, más incluso que los adultos. Los niños
desarrollan mucho la percepción sensorial como el recuerdo, la memoria o la imaginación,
así como las emociones y su nivel de pensamiento que “conecta” con los adultos,
ellos percibirán el estado de incertidumbre de que algo está yendo mal o algo
no está bien, y ese sentimiento será colateral a la situación vivida,
comprendido esto como consecuencias del contexto, más que el contexto mismo,
por eso es necesario enfrentar la verdad de la muerte de manera adecuada.
¿Cómo se puede preparar a los niños para la aceptación
de la idea de la muerte? Con el juego y explicaciones de su vivencia diaria,
por ejemplo en sus juegos los niños dependiendo de la edad, de 4 o 5 años tienen
un concepto de la muerte temporal, así en sus juegos, el héroe puede llegar a
revivir para combatir al villano, hay que explicarle que la muerte en la vida
real es para siempre, se puede usar como otro ejemplo la muerte de la mascota,
o de un ave si existe la oportunidad de tener ese modelo.
Explicándole con estos modelos,
los niños acceden de manera adecuada a la enfermedad de un pariente, acompañándolo
en la enfermedad y haciendo duelo anticipado, dependiendo del modelo del adulto
que lo acompaña en el duelo, tendrá las fortalezas psicológicas para afrontarlo
y no hacer de la muerte un recuerdo traumático.
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