Siempre suelo – dependiendo del
caso - iniciar un tratamiento conductual con las palabras que dan titulo a este
articulo. Y es que los niños además de ser bellos, cariñosos, tiernos y ganarse
nuestro amor y despertarnos los más hermosos sentimientos, también pueden
llegar a ser pequeños reyezuelos tiránicos a la par de los antiguos reyes medievales que disponían de sus súbditos,
ordenaban y exigían ante sus mínimas exigencias los más grandes esfuerzos y
sacrificios que por ellos debían hacer sus esclavos. Cuando los padres de estos
niños vienen a consulta, lo hacen generalmente cuando no pueden mas
controlarlos en casa, algunos - la mayoría
– vienen presionados por las escuelas
que ya no pueden soportar más los caprichos de estos reyecitos de sus pequeños
feudos que son sus hogares y que en su desmedido afán de satisfacción generalizan
sus actos a las aulas de clase. Sus esclavos – sus padres – se han condicionado
a servirlos por evitar pataletas, lloriqueos, gritos y hasta golpes. Muchos
padres llegan a consulta con sentimiento de culpa por haberles castigado físicamente
y diciendo que este castigo no surte efecto, a lo que yo añado que no solo no
surte efecto si no que empeora el comportamiento del niño y su futuro
desarrollo emocional. El castigo físico,
el pegarles, agredirlos o insultarlos no resuelve nada, ya que aparte de enseñarles nuevas formas de castigar y de
hacer sufrir a los demás, le enseña a soportar castigos de menos a más, lo que
a la larga puede desencadenar en un condicionamiento al mismo, - al castigo- y
hacer sentir al futuro adolescente y adulto poca satisfacción de los refuerzos positivos
como halagos, felicitaciones y gratificaciones posteriores.
Los padres se condicionan
mediante reforzamiento negativo a servirlos por evitar el desagrado que resultan
sus gritos o molestias, y el niño se condiciona mediante reforzamiento positivo
a ser servido y a satisfacer sus necesidades inmediatamente. Pero no nos
confundamos mi estimado lector, su hijo no es malo, perverso ni tiene problemas
psicológicos, simplemente – y este simplemente siempre hace arquear las cejas a
los padres – se ha acostumbrado a lo que todo niño o adulto puede acostumbrarse
naturalmente, a que sus caprichos y voluntades se cumplan, entonces cuando este
niño encuentra alguna resistencia social a sus caprichos, estalla en mal genio.
Lo que se debe hacer en estos
casos –y aquí sí, las cejas arqueadas de los padres vuelven a su posición – es tener
paciencia y cumplir con las técnicas de modificación de conductas que para
estos casos dan buenos resultados, ser constante en su aplicación y hacer un
control del ambiente en que se mueve el pequeño Rey en casa y aplicar las técnicas
de generalización en clase. Parece simple, es que realmente lo es si se decide
a hacerlo, lo que no es simple es identificar cual es el elemento que hace
saltar la chispa de la conducta caprichosa del pequeño monarca, ya que esta
puede ser una mirada, un gesto o cualquier estimulo que el monarca en cuestión haya
adquirido como estimulo reforzante a sus caprichos.
Otra cosa que no es fácil y con
la cual se debe trabajar es la constancia del tratamiento en casa, por eso
siempre se empieza con alguna conducta del niño que sea fácil de cambiar para
que los padres tomen confianza en que están teniendo éxito en el cambio.
Algunas acciones que los padres
deben hacer es quitarles el reforzamiento que en el pequeño mantiene la
conducta de las pataletas, quitarle
significa no exponerlo a ese estimulo ni reforzarlo más, por ejemplo, si el
niño llora por algo que la madre debe comprarle, el llorar se ve reforzado por
la compra de ese algo que quiere el niño. Lo que se debe hacer es no comprarle
lo que pide, hasta que cambie la forma de pedirlo – hablando o señalando el objeto – de esta forma cambiaremos la
conducta dependiente del objeto por conductas más adecuadas que el llorar o gritar.
Paralelamente a esto se le debe
de reforzar, con felicitaciones, besos, caricias a cualquier conducta que no
sea la de llorar o gritar cuando pide algo, los niños siempre quieren la aprobación
y las caricias de los padres, esto de por si es reforzante para ellos.
También se puede ignorar sus
peticiones hasta que estas se acaben o el niño se canse de llorar. Enseñándole otras formas más adecuadas de
pedir lo que desea, pero esta enseñanza no se debe de brindar cuando el niño está
llorando o haciendo su pataleta, se le enseña después que haya acabado. Así sabrá
el pequeño monarca que no conseguirá nada llorando y si conseguirá mucho
pidiendo las cosas de manera adecuada.
Siempre digo a los padres que no
castiguen a los niños, salvo excepciones muy especiales, y que hasta para
castigar necesitan de ayuda de un profesional, debido a que el castigo es una práctica
negativa al corto y largo plazo.
Amen a sus hijos, bésenlos, acarícienlos,
denle buen ejemplo, enséñenle a pedir lo que necesitan y dénselos, derroten a ese pequeño Rey que
lleva dentro, que le traerá problemas posteriores por qué no podrá gobernar este
mundo.
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