Mi infancia transcurrió entre la
pista que dividía el edificio popular en que vivía y el parque lleno de huequitos
donde metía mis bolitas casi siempre quiñadas por el niño más hábil en el juego.
Entre la nada feliz de una infancia inconsciente lejos de los problemas de la adusta
adultez de mis padres. Pero como la vida siempre tiene algunas recompensas,
estas vinieron en mi adolescencia, bajo el polvo que cubría una revista que me hizo conocer a Zeus y su
sarta de dioses olímpicos. Llegué a la cultura griega como creo llegan casi
todos los que la admiran, por la Teogonía de Hesiodo, su mitología. Esas
revistas con algo de tierra por el tiempo guardadas, fueran limpiadas por mí,
como se limpia el oro cuando lleno de polvo se encuentra, fue el paso para
entrar en el mundo determinista y mítico de los descendientes de Cronos. Luego
con un poco más de ilusión y con un poco mas de dinero en el bolsillo, adquirí
varios libros que hablaban de Grecia, esa Grecia que me alucinaba aristocrática
y senadora, debatiente y amante de la democracia pero a la vez de Espartanos y
de esos 300 que perdieron su vida bajo las lanzas de Persia en la Termopilas. Esa
Grecia que siempre estuvo dispuesta a la guerra, que perdieron al fin bajo el
poder Persa y fueron asimiladas por Roma, esta, por ser más materialistas, dejo
el alma griega para nosotros, y es que los romanos al lado de los griegos,
fueron casi nada.
Nietzsche, Goethe, Foucault, Joyce
cayeron bajo su influencia, si no era para criticarla, era para admirarla,
Goethe cayó bajo el poder de Homero y su Odisea, algunos fragmentos influyentes se
puede leer en su Werther. El Prometeo Encadenado de Esquilo, hizo que creara
una Oda similar, aunque el Prometeo de Goethe no tenía la resignación determinista
del griego, basta con leer esta frase que el Prometeo de Goethe exclama a Apolo
cuando el Titán sigue encadenado “No conozco nada bajo el sol que de más pena
que ustedes dioses” la rebeldía activa del nuevo Prometeo contrasta con la rebeldía
vencida del griego, que solo pide cambiar su suplicio por un vaticinio que Zeus
no escucha. Tuvo que esperar a Hércules repuesto de su locura para que sea
liberado.
La mujer griega para Nietzsche
estaba poco valorada en comparación con lo que el Estado griego requería de
ellas, no concordaba con Platón cuando este pedía la desaparición del
matrimonio. Claro que Platón como buen dictador de ideas que fue, solo requería
de la mujer para dar buena prole al “Estado Ideal”. La ambigüedad social con
respecto al valor de la mujer griega y a
lo femenino en general que se vivía en la sociedad griega se puede ver en la exaltación
de las madres de los hoplitas espartanos, quienes eran enterradas como
guerreras cuando morían al parir un hijo a Esparta, Nicole Loraux da cuenta de
ello en Las experiencias de Tiresias, ciego por ver la bisexualidad de Atenea.
Había ambigüedad decía, porque la sociedad griega representaba a la “hembra
como un macho defectuoso”. Aun habiendo tenido una menor carga de culpa en la
sexualidad, el hombre griego podía amar
a otro hombre solo si este tenía rasgos masculino, si tenía ademanes femeninos era ridiculizado y despreciado y es
que se perdonaba el pecado pero no el escándalo, aunque los griegos nunca
conocieron el concepto del pecado, que nos llego más tarde con el monoteísmo judaico,
vivian plenamente de forma hedonista, el alma griega se separaba del cuerpo
solo en la trascendencia, al momento de la muerte por ejemplo, buena muerte como
los espartanos la llamaban, porque sabían que esta era una tierra de paso, poco
o nada le importaban luchar contra el destino, que sabían bien les era adverso
por la voluntad de sus dioses, los hilos de las Moiras estaban ya tejidos desde
antes de su nacimiento ante los cuales, el hombre griego común, no podía hacer
nada. Solo la resignación a su destino final de morir les separa un lugar en el
Hades o inframundo, su pesimismo de la vida y el destino eran digno de la
muerte, basta leer esto “Una madre le pidió a Apolo que le deparara a su dos
hijos recién nacidos el mayor regalo que el dios pudiera hacerle, el dios accedió
a la petición y los dos niños fallecieron sin sufrimiento alguno” (Herodoto I).
¡En fin! Somos herederos de su cultura, muchos dichos, “como la manzana de la
discordia” vienen de ellos, las palabras diarias que usamos también, en la
medicina, en la psicología, en la filosofía
contemporánea en donde, a decir de muchos, Platón es un pie de página, desgraciadamente
diría Karl R. Popper, opinión que acepto y comparto, por que hablar de los
griegos, para mí, es hablar de su filosofía, sus grandezas y sus miserias, por
que las cosas que se quiere y se admiran, deben ser criticadas, para
mejorarlas.
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