lunes, 7 de febrero de 2011

SOBRE LA DISCRIMINACION

Los seres humanos percibimos los estímulos exteriores por medio de la percepción, que es el sistema primario y básico que nos conecta con la realidad, la función principal de la percepción es seleccionar y organizar los estímulos que nos llegan de forma desordenada del ambiente. Siendo una coraza  seleccionadora por naturaleza, su función operativa puede ser sin embargo, aprendida, en este sentido puede ser subjetiva y nos puede engañar. Permanentemente la persona vive discriminando estímulos, cuando salimos  a la calle, nos topamos con un sinfín de variables que nos llegan y no podríamos aunque quisiéramos, tomar en cuenta a todos, es necesario entonces tener filtros que nos hagan escoger aquellos que nos agraden, o sean de nuestro interés,  para eso la percepción se vale de la atención,  proceso organizado que ayuda a seleccionar lo que se percibe.

Ahora bien, desde el punto de vista social y psicológico en la acción perceptiva entra necesariamente el Otro, en la atención seleccionadora también. Técnicamente la discriminación es una clasificación que se hace para separar persona u objetos en grupos. Esto es normal y hasta conveniente en la acción de la búsqueda y rechazo de estímulos, el problema para nuestra convivencia es que en esta clasificación social de las personas,  participa ideas y creencias que son erróneas y que se dan por ciertas en la mayoría de los casos, sin una verificación previa.

El Otro, como entidad clasificada fuera de nosotros
ha sido ya objeto de análisis, tanto por el psicoanálisis, como por el existencialismo, Sartre decía al respecto “Ese prójimo cuya relación conmigo no podemos captar y que jamás es dado, nosotros lo constituimos poco a poco como objeto concreto, no sirve para formar mi experiencia, sino mi experiencia lo forma como prójimo, es decir como sistema de representaciones fuera del alcance, como un objeto concreto y cognoscible. Pues en efecto, el prójimo no es solamente aquel que veo, sino aquel que me ve”. Así de esta forma nuestras experiencias nos ayudan a formar la imagen del Otro. Podríamos  pensar que Sartre está equivocado, si el hombre es un ser social, esas experiencias que ayudan a formar al prójimo, necesariamente tiene que estar constituido por el mismo prójimo, ergo, podría ser captado en su exacta existencia. Desde nuestro punto de vista el pensamiento sartreriano está impregnado de un solipsismo existencial primario y básico, formado por una creencia irracional de pesimismo en cuanto relación conflictiva con el prójimo, y en esta medida, si las relaciones son problemáticas, y lo son para él, mis conceptos del prójimo serán parte de esa relación, sería  como lo que  Kant llamó, experiencia Apriori en la formación de mi idea del otro.

Y la práctica de la discriminación en todas sus formas  en muchos casos parte de estas experiencias apriori . El termino apriori quiere decir antes de, ¿Antes de que? De lo que sería el  segundo proceso de conocimiento, que es la verificación del hecho, aunque en muchos casos no se necesita esta verificación, más precisamente cuando se trata de axiomas, es necesario hacerlo cuando en nuestro proceso de selección de estímulos interviene el factor humano, ya sea en forma individual o en grupos sociales, si no hacemos esto,  quedaría perfecto el terreno para que se desarrolle una discriminación sin base racional, o en su defecto,lo que yo llamo sin base necesaria.

La práctica discriminatoria se puede realizar de varias formas. Lo hacemos  por estatus social, capacidad económica, el aspecto intelectual, preferencias sexuales,  por ideas religiosas etc., pero lo que resulta la peor discriminación que existe, si se me permite el término, es por la raza. Las personas pueden superar vayas sociales y económicas, a diario vemos que miembros de las clases sociales llamadas “emergentes” logran escalar posiciones sociales y económicas, y esto ocurre porque conceptualmente, el aspecto económico y el estatus social van de la mano, uno mejora el otro, generalmente lo económico jala al estatus social- aunque no se perciba un avance intelectual-, ¿ Pero qué ocurre con el llamado “cholo”? por más que una persona avance en otros aspectos, como el económico, lo social, incluso el intelectual, el aspecto de la apariencia física y el color de piel no se puede cambiar, es como una marca de fábrica, que da la apariencia ante el Otro, que  encasilla en una clasificación que de forma costumbrista se hace del prójimo, y ante el cual, biológicamente no hay nada que hacer.  Esta “choledad” encierra en la representación mental del Otro, una experiencia básicamente emocional - apriori-, donde existe sobre generalización de pensamiento, que basa su génesis en algo emocional, una especie de conclusión inductiva, sin base científica, como una conclusión tipo “todos los cholos son iguales”.

La psicología ve en el racismo una actitud aprendida que sienta sus bases en lo emocional sin base racional. Veamos que nos dice otros enfoques sobre el tema.  El psicoanalista Jorge Bruce (2007) observa que la práctica psicoanalista ha dejado de lado el análisis del racismo por mucho tiempo, pero cita a  Castoriadis (2003)  y concuerda con una de las cuatro variantes que el psicoanálisis tiene para explicar su relación con el Otro según este
autor: “La cuarta explicación –de lejos la más común-   se refiere a los mecanismos de escisión, represión y proyección. Esta última es la que nos concierne en relación de la teoría de Castoriadis sobre el racismo. Consiste en recurrir a los mecanismos de proyección e introyección como operadores esenciales en el mundo interno. Se introyecta lo positivo y se proyecta lo negativo, para lo cual se buscan depositarios adecuados en el entorno, los que facilitan el proceso de expulsión de todo aquello que es internamente clasificado como inadmisible”.

En nuestra opinión desde el enfoque cognitivo, las personas racistas han desarrollado esquemas de  pensamientos de tipo  polarizado y  dicotómico, la realidad es una especie de película en blanco y negro, no hay grises, en esta actitud aprendida clasificamos y discriminamos sin tomar en cuenta el aspecto racional. Siendo la discriminación una elección de estímulos, repito, es natural que esto ocurra, entonces metemos en un mismo saco a los que tengan ciertas características sociales, económicas y raciales y nos movemos socialmente en esta clasificación. El problema del racismo viene cuando hemos aprendido a tratar mal a los de la otra clasificación, he ahí el problema. El asunto no es que yo sea diferente o clasifique, el asunto ocurre porque desde esa diferencia, “yo soy mejor y tu eres peor”. Y eso no pasa por el asunto del proceso técnico de la  discriminación, pasa por un asunto emocional, - me explico- la discriminación cognitiva y el racismo tiene una denotación diferente que no hay que confundir, y hasta diríamos que son conceptos contrapuestos, mientras que en la discriminación existe una clasificación separadora de los estímulos que me interesan y que no, sean estos aprendidos o modificados -para el tema no interesan- la idea no es descalificadoramente aberrante. En el racismo se da una generalización de las cualidades personales de
toda una población, a una sola persona  e implica una actitud de desprecio, de inferioridad, incluso puede pasar que sea negadora de derechos básicos, si buscamos la base de esta actitud descalificadora la encontraremos sin lugar a dudas en aspectos emocionales.


















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