A propósito de las fiestas
navideñas quiero compartirle un pasaje literario relacionado a la fiesta
cristiana, esta relacionado con el poema de Milton “El paraíso perdido” publicado
en 1667 en él hay una parte del relato en el que Dios está reunido en el cielo
con sus ángeles, arcángeles y querubines, y relata Milton “…. Inclino una
mirada el omnipotente Padre para contemplar a la vez su obra y las obras de sus
criaturas, a su lado derecho estaba su único hijo …” Milton relata bellamente
ese instante en el que Dios contempla su obra, ve al mundo, a Adán y Eva, al paraíso,
los mares y la tierra, pero también al maligno Lucifer que sobrevolando la
tierra amenazando con el pecado su obra y Dios sabiendo lo que iba a ocurrir,
sabiendo que caerían en el pecado no solo esos dos habitantes del paraíso sino toda
su progenie, dirigió su vista a su hijo amado y le dijo : ¿A quién podrá culpar,
a quien más que a sí mismo”, le di justicia, rectitud y la fortaleza para
sostenerla, aunque con la libertad de caer, así como creé las demás divinidades las que me son fieles y
los que se me rebelaron, sin esa
libertad ¿Qué prueba verdadera de
obediencia hubiera tenido? Ellos decidieron
su rebelión no yo, yo la tenía prevista que es una cosa diferente pero que no
es disculpa suya…”
Entonces hay una conversación
entre Dios y Jesús en el que el sumo Padre dice que castigara a la raza humana
con la desaparición, sin embargo, había escogido a algunos para salvarlos. Pero
Jesús le dice “Oh padre mío, cuan misericordiosa es tu sentencia que has
escogido a algunos para darles tu perdón, ¿Pero has decidido que la última de
tus criaturas y la más amada perezca al fin en manos de nuestro adversario y
destruir tú mismo tu creación?
Ante esto Dios le dice que
les dará una oportunidad de salvación a quienes se arrepientan y acepten su
obediencia, utilicen la conciencia, la guía y arbitro que él les entregara para
que escuchen y alcancen la luz dela vida eterna, pero que el hombre ha
quebrantado su fe y debe desaparecer a no ser que “En su lugar se ofrezca voluntariamente
alguno capaz de dar completa satisfacción, es decir muerte por muerte, su vida.
Ahora bien, decidme celestes potestades ¿Dónde hallar solemne abnegación? ¿Quién
de ustedes para redimir la culpa del hombre se hará mortal? ¿Qué justo salvara
al injusto? ¿Existe en el cielo tan sublime amor?”
Ante esa pregunta el cielo enmudeció,
ángeles arcángeles y querubines en silencio, nadie quiso esa responsabilidad,
nadie quiso dar su vida por el pecado del hombre que hubiera desaparecido de la
faz de la tierra, si el hijo del Dios no hubiera dicho “Yo me ofrezco por él,
yo ofrezco mi vida por la suya, caiga tu cólera sobre mí, mírame como un hombre.
Me separare de ti y de esta gloria, y hecho carne por él moriré contento, reviviré
victorioso después por tu gracia concedida viviré eternamente junto con su alma…….”
Este es el relato que da
inicio a la navidad como la conocemos y aunque sea un poema, expresa bellamente
el hecho divino y celestial previo al nacimiento de Jesús, del porque y para que nació, los motivos por
los que vino a morir por nuestros pecados, que dio su gloria
eterna y omnipotente de un ser superior y divinidad como hijo de Dios y se hizo
hombre y sufrió como nosotros solo para salvarnos por su amor infinito hacia la
especie humana, y eso es algo que no
debemos olvidar.
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