La psicología conductista llama eventos privados a las emociones, pensamientos, creencias, motivaciones e intenciones. La psicología cognitiva les dice procesos cognitivos. La terapia de conducta las llama conducta encubierta. La discusión de su aceptación, o si es necesario para el análisis funcional de la conducta esta ya superada en parte, solo en parte. Desde las terapias de conducta Wolpe y Lazarus (1966) y tomando en cuenta a Skinner (1977) se considera que al igual que la conducta observable y objetiva, los eventos privados son conductas sujetas a los mismos principios del condicionamiento, tanto clásico como operante y a la manipulación de contingencias.
Para el conductismo ontológico, las explicaciones mentalistas no respondían a la pregunta ¿Que causa la conducta? Los pensamientos, emociones y creencias que el sujeto tenía, no eran objeto de estudio por qué no explicaban nada de la conducta a analizar, o en términos prácticos diré, que no se podían observar ni predecir, ni someterlas a la técnicas de la rigurosidad científica. No es que se negara la existencia del pensamiento o de las emociones, la verdad, nunca se negó, negar que uno piensa y siente sería ridículo, la cuestión siempre giro a que si el pensamiento o la emoción originan o son la causa directa de una conducta.
Sin embargo, actualmente hay consenso entre los que practican la orientación terapéutica llamada terapia de conducta, en aceptar que los eventos privados si pueden estar sujetos a las contingencias dentro del análisis funcional de la conducta, tanto como antecedente como consecuencia, y no en su contenido, es decir, en la terapia de conducta los eventos privados cumplen una función como lo puede cumplir cualquier variable observable y medible, y siendo considerados conductas, se puede analizar dentro de un contexto que, por otra parte, siempre está sujeto a la evaluación y a la corrección. Hay que anotar que esta evidencia es solo empírica, efectiva, pero que aún falta darle el sustento epistemológico que la haga consistente.
La creencia popular de que los pensamientos y emociones causan conductas es muy fuerte, se ha arraigado muy hondo en las personas, y decirles lo contrario a los clientes es ir, en parte, en contra de sus creencias personales, lo que podría derivar en una desconfianza hacia el terapeuta que puede ser perjudicial para el éxito de la terapia. Es mejor desde un punto de vista pragmático, incluir dentro de las terapias conductuales estos eventos privados, mejor que contradecir a los clientes si sus eventos privados son o no causan de sus conductas, se les puede enseñar a manejar sus emociones y pensamientos, haciéndoles notar en el contexto en que aparecen, si cumplen una función, modificando esa función, sustituyendo la conducta desadaptada y enseñándole nuevas formas de aprendizaje de conductas adaptativas.
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