En todos los tiempos y culturas existen ritos, cábalas y manifestaciones de la relación principio y fin que se regenera en todos los años, por ejemplo los mesopotámios notaban que el comienzo estaba orgánicamente ligado a un fin que le precedía, que este «Fin» era de la misma naturaleza que el «Caos» anterior a la Creación y que ésta era la razón de que el Fin fuera indispensable a todo recomienzo.
Esto nos lleva a pensar que originalmente desde tiempos arcaicos, las actividades de fin de año son una renovación de la cosmogonía y una renovación del tiempo primordial, donde se queda en el tiempo pasado los errores, lo malo y perjudicial que tenían para dar paso a un tiempo puro que refleja el origen del cosmo.
El mundo y la existencia humana es el mismo para los nativos australianos y para el hombre occidental, lo que difieren es en el contexto cultural de captar el mundo y la existencia humana. Por ejemplo la forma de trabajar la tierra que tenían los pobladores neolíticos es distinta de la actividad del agricultor norteamericano. Aunque los dos trabajan con diferentes tecnologías, la visión cosmogónica de la tierra para ambos es la misma. De la misma manera existen varios mundos como culturas existieron y existen en la vida moderna, pero aun así, la comunión de todas es la renovación constante de ese mundo.
El hombre moderno con toda su tecnología, aun mantiene el mito arcaico de celebrar la renovación anual con actividades como fiestas, quemadas de muñecos que simbólicamente representan lo que debe desaparecer físicamente para dar paso a lo nuevo por venir.
Las cábalas (tradiciones) que se originaron con el pueblo judío y tenían una connotación religiosa y se centraba a los mitos de la creación, se degenero en costumbres mas paganas, agnósticas y panteístas como una especie de religiosidad cósmica que unía universo, Dios y naturaleza. Eso es lo que precisamente vemos en las cábalas actuales de fin de año, el comer uva, salir a pasear con una maleta por el parque, usar color amarillo a la llegada del nuevo año, entre otras, son expresiones de cosmovisión místicas, de poder mágico universal que nada tiene que ver con las cábalas judaicas originales.
El año nuevo se ha convertido de una fiesta religiosa ligada a la creación, a una fiesta pagana de cambiar malo por bueno a suerte de poderes panteístas, solo conserva de sus orígenes la relación entre principio y fin de una cosmovisión que se renueva cada 365 días.
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