¡ Que la madre era una psicópata¡ me dirán algunos, y yo les respondo que así como ella hay miles, tantas, como casos de maltrato infantil se ve a diario y están ignorados por que la madre o el padre no los mata, y de la que Pierina es solo el símbolo trágico y vergonzoso de una sociedad inerte y casi casi enferma. Las investigaciones del año pasado sobre homicidios en nuestro país, arrojan resultados sorprendentes, y es que la mayoría de asesinatos lo hacen personas cercanas a la víctima, el conyugue, el “amigo”, el vecino el padre o la madre. Así que la posibilidad de que un extraño lo asesine a uno es poca, más posibilidades hay que lo asesinen a uno una persona conocida y que para remate, confíes. La psicología de la persona común es muy propensa a caer bajo la influencia de factores estresantes, así que la línea que separa a una persona tranquila y un potencial asesino es muy delgada. La persona que comete un asesinato no siempre es un psicópata, menos un enfermo mental. Es más seguro que esa persona agresiva, impulsiva y asesina este reforzada por la ineptitud social, por la licitación del golpe en la educación y en la forma de corregir, modo aceptado y cínicamente negado. ¿Que ganamos describiendo la psicopatología de una madre asesina, si la única forma de variar esa manifestación psicopatológica es manejando las variables ambientales en donde se mueve esa madre asesina? Caemos en la cuenta muy a menudo que las conductas manifiestas son consecuencias de nuestras emociones, pero las emociones por sí solas no contesta el por qué esa madre mato a su hija. Las emociones son expresiones fisiológicas, pero no conectan con la acción. Tampoco explica el hecho que la madre haya sido violada a los trece años. Lo que explica la conducta de esta asesina es el hecho de que su constante conducta agresiva contra un ser humano indefenso no ha sido castigada debidamente en su oportunidad, la visión de una sociedad que es indiferente a la violencia domestica refuerza sobremanera los abusos de los padres, el modelo de una sociedad perversa que demora la justicia o no la da nunca, revierte en que no hay consecuencias adversivas a esa acción. Esto consiente en el pensamiento del agresor que está haciendo lo permitido- ojo – lo permitido. La explicación tendría que ver con tres variables en su conducta. El lugar donde se desarrolla la violencia- en este caso la privacidad de su casa- y el refuerzo que hace que esa conducta se repita- la indolencia social- la indiferencia, la falta de justicia o su tardanza. Sus eventos privados como emociones, pensamientos y creencias se alimentan día a día de ese reforzamiento que licita la agresión, palabras como ¡Soy su madre, y la estoy corrigiendo¡ se escucha muchas veces. Las sentencias casi naturales de los jueces de darle la tenencia de los niños a la madre, sin tomar en cuenta los antecedentes de la misma ni el derecho del padre de tenerlos también, refuerzan también las ideas de la agresora. Creemos de esta manera que están más capacitadas naturalmente para hacerse cargo de ellos, la realidad – sin generalizar- lo desmiente cada dia.
Es necesario intervenir en la relación funcional que existe entre violencia familiar y reforzamiento social, la inacción y el desentendimiento de los organismos sociales es una forma también de reforzar tal violencia. Se hubiera evitado la muerte de la pequeña Pierina desde fuera de su casa, en los órganos de justicia que hubieran funcionado más rápido y alejado a la pequeña de ese ambiente dañino, ¿Que hacia Pierina en las manos de esa madre, si la tenencia la tenía la abuela materna? o por la intervención de algún vecino cerca que conocía del maltrato, pero nadie pudo defenderla. Descansa en paz Pierina, esa paz que no conociste en tus cortos nueve años de vida.
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