jueves, 16 de junio de 2011

EL CASTIGO

Michael Foucault en su libro “Vigilar y castigar” hace una crítica de los castigos que el sistema de la sociedad del siglo XVIII cometían contra los trasgresores de la norma, castigos que eran crueles, sin tomar en cuenta la condición humana del que trasgrede, y los que detentaban el poder eran máximos exponentes de la justicia que era en cierta medida convenida con el poder, incluso las mismas victimas  no tenían formas de encontrar justicia cuando los trasgresores eran poderosos, siendo los más débiles, es decir pobres y  locos, los que eran ejemplos de esa aplicación justicia.
El psicólogo conductista Burrhus Frederick Skinner decía sobre el castigo que cuando una persona era sometida a esa práctica,  era una oportunidad perdida para reforzarle conductas alternativas. Y es que el castigo es mas empleado  por los castigadores para evitar las molestias que causa la conducta inadecuada que para corregirla, y concluyo esto porque es muy usada y encima mal aplicada.
Por principio diré que dentro de un programa conductual, lo que se busca realmente, no es eliminar conductas del repertorio del sujeto, sino reforzar las nuevas o las ya establecidas, en este sentido la técnica del castigo es una práctica negativa, que se  debe usar en último caso, cuando las demás técnicas no dan resultado. Además de la explicación ética y moral del castigo, por razones prácticas, debido a que el castigo genera violencia, resentimiento y cuando es aplicada de manera constante puede generar autoincriminaciones que pueden causar después síntomas depresivos en la persona.  
La mayoría de personas que castigan están condicionadas a aplicarla, la mayoría no se da cuenta de esto, pero los que sabemos de los principios del aprendizaje, sabemos que la persona que castiga poco a poco se condiciona y  refuerza su propia conducta violenta, porque al castigar al niño llorón con un golpe, el niño logra callarse y  calma la molestia del castigador. Esto es reforzante para quien castiga, por eso lo vuelve a hacer, incluso sin darse cuenta de ello. La  violencia familiar es un modelo de esto, el hombre maltratador lo hace muy seguido por que así domina y  subalterna a la pareja, y como eso es lo que busca en un primer momento, lo vuelve hacer, aun incluso después de la promesa de no volver hacerlo, ellos manifiestan que no se pueden controlar, pero es probable que se hayan condicionado a tal punto que no tengan conductas alternativas aparte de castigar, en otras palabras se vuelve un habito golpear y castigar.
El castigo a la larga genera violencia, resentimiento y modelo de castigar para quien lo ve, por eso la práctica del castigo es repetible como modelo, por ejemplo de la madre hacia el niño, o del hermano mayor hacia el menor.
El castigo siendo una técnica negativa sin embargo por principio, da resultado inmediato, pero su uso  efectivo debe ir acompañado de conductas alternativas para enseñar, nunca debe ir acompañado de maltrato físico, ni psicológico.
La alternativa conductual al castigo es el reforzamiento, es decir premiar conductas alternativas e incompatibles  a las inadecuadas. El reforzamiento es efectivo si es inmediato o en su defecto es acompañado de señales que será premiado poco después. Si en última instancia el castigo debe aplicarse, debido a que  la conducta inadecuada realmente sea perjudicial para el mismo niño o para otros,  debe enfocarse como costo de algo que al niño le agrade, algo así como “cobrarle” en prenda, tiempo, o actividad agradable, por ejemplo puede cobrarse tiempo de ver televisión, tiempo en jugar o dejar de darle regalos o promesas, a la vez el niño castigado debe ser enseñado en conductas alternativas reforzantes. De esta manera el castigador se desacondiciona al golpe y dejara de castigar en el tiempo, condicionándose en cambio a reforzar la conducta adecuada.

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