José María Arguedas (1911-1969) escritor peruano que describió el mundo andino con total claridad desde su estilo sufriente de vivir hasta su reivindicación de ese mundo, en el que él puso la mayor parte de su creatividad, padecía de depresión, producto de una vida con escases de reforzamiento afectivo, que mino su creatividad con esa fatal decisión del suicidio en la etapa mas sombría de la enfermedad, que fue después de su última novela “El zorro de arriba y el zorro de abajo”. Aunque después de su novela “Todas las sangres” parece que la inquietud por el cambio de la realidad de su gente andina, perdió toda esperanza, y empeorando, se inundo de un atardecer de emociones indescriptibles que precede a la oscuridad de la muerte.
Arguedas se movía siempre entre dos mundos, no era ni indio ni se consideraba blanco, su padre era juez, quedo huérfano de madre a los dos años, siendo tratado mal por su madrastra que lo arrastro a una vida de sufrimiento que compartía con los pobladores de Puquio, en donde residían, mientras su padre viajaba en busca de trabajo después de haber sido cesado. Esta convivencia con los pobladores del lugar lo marcaron gravemente en su personalidad depresiva, muy empático con los problemas del Ande, lo indígena invadió todo su ser, la sensibilidad empática no debería tener ese efecto, esa identificación con el sufrimiento con el otro, debe ser constructiva y no como fue en el caso de Arguedas, destructiva, esa combinación de explotación y rebeldía que como realidades paralelas convivían en esa situación, empeoro esa escases de reforzamiento que lo llevo a un aprendizaje de la tristeza, que solo pudo superar a veces con su estilo y creatividad literaria.
Compartió la creatividad con la depresión física y emocional, igual que José Carlos Mariátegui, la epilepsia y pobreza de Fedor Dostoievski, la tristeza infinita de Vallejo, aunque no tuvo un final feliz, -en verdad ninguno lo tuvo- quedo demostrado, que para el ser humano, las ansias de sobresalir de una afección ya sea física o emocional con la creatividad, la dedicación a su obra, con la constancia y la literatura, lo eleva sobre el sufrimiento hasta hacerlo personaje no de una ficción literaria, sino de una realidad que desean cambiar. Unas veces lo logran, otras, como Arguedas no por mucho tiempo. Estos personajes generalmente escriben para escapar de su depresión, en otras palabras escriben para vivir, pero sus fuerzas lo vencieron antes de ver dizque la reivindicación del pueblo andino, como si de algo tendría que reivindicarse ese pueblo conectado a sus raíces, oriundo de su tierra y dueño de sus mitos y leyendas.
A pesar que era quechua hablante, escribía en castellano, debido quizás a que si lo hacía en quechua muy pocos lo leerían y sus denuncias del maltrato al indígena no pasaría de ser texto de un libro poco leído, eso hubiera sido otro gran fracaso, de ahí que para los que compartieron su niñez, el era de otra clase, aun compartiendo su tristeza y sus esperanzas. Entre la dicotomía de ser y sentir el prefirió sentir, era mestizo como el mismo se reconocía, esto le valió talvez para que maniqueamente se moviera en esos dos mundos, plasmando sus experiencia en sus libros y en sus personajes..
Se aferro al socialismo leyendo a Mariátegui y a Lenin, su amor por América lo aprendió de Martí y Haya de la Torre, y su relación con el Perú lo marco también José Gonzales Prada, talvez el primer indigenista del Perú, pero su militancia de izquierda no era nada parecida a los izquierdista de hoy, que por intereses personales son capaces de dejar de lado sus principios, era más bien un izquierdista que trataba de integrar al indio a la cultura nacional, no con visión paternalista y sobre protectora, sino integrándolo culturalmente, desmitificándolo de aquella imagen alienada que la intelectualidad peruana de aquel entonces, como Ventura Garcia Calderón y Enrique López Albujar decían del indio “….feroz comedor de piojos”
Pero como algunos depresivos Arguedas quedo marcado por la ausencia de la madre, que lo llevo a desagradar de la sensualidad femenina, y al nihilismo existencial que no quiso ni pudo aguantar más. El Perú profundo le debe a este gran escritor la denuncia literaria del maltrato y la reivindicación con dignidad. Supongo que el gobierno no denomino este año como el centenario de su nacimiento, por una cuestión de marketing, prueba que la batalla arguediana aun no llega a su fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
haz tu comentario aqui